Comenzaba el dìa con el tradicional desayuno de huevos fritos o batidos, con tocino o panceta, cortado en trozos o dados fritos y dorados en la sartén y escurridos para luego incorporarle los huevos batidos encima para terminarlos de cocinar, quedaban deliciosos!
La abuela se ponía temprano a amasar y siempre encontraba a alguno de los nietos dispuestos a ayudar. Catalina y la abuela decían ¨vení Lili, vamos a hacer una torta de masa de pan para el mati. Me parece verla colocando la harina, grasa, huevos, azúcar y ralladura de limón y luego de leudada, arriba la canela con abundante azúcar¨.
Eran tantas las actividades de la granja que nunca había tiempo de aburrirse, les dábamos de comer a los patos, gansos,guineas y gallinas. También se hacía el tiempo para hacer el vino,vineta y los quesos. Era una granja como hoy la llamaríamos autosustentable, no faltaba nada porque todo se producía en la casa. Como los abuelos no se podían jubilar, por cuestión de papeles, se las tenían que arreglar como podían. Así también vendían las plumas de los gansos, que antes se usaban mucho para distintos usos, por lo que en diciembre se desplumaban los gansos.
Cuando se hacía el vino, siempre nos peleábamos para pisar la uva, abuelo nos daba las alpargatas que nos llevábamos tenidas, a otros les tocaba cortar los racimos, todo era muy divertido y lleno de armonía.
No faltaban los frutales, los que se cosechaban y elaboraban sus frutos para hacer dulces, jaleas, licores, y otros como almíbares. Si se terminaba los dulces en invierno, se recurría a los orejones que se habían preparado en el verano, de ciruela y durazno y con ellos la abuela hacía dulce en una olla de cobac.
También recuerdo algunas travesuras, como esta, el abuelo había puesto huevos de pato a una gallina para enculecar, lo veníamos vigilando hasta que nacieron los patitos, y que pasó ! todos los patitos se fueron a bañar en la laguna y la mamá gallina daba vueltas alrededor de la laguna como loca y nosotros queriendo sacar los patitos del agua se nos ocurrió tirarles piedras y ete aquí que inesperadamente apareció el abuelo enojado y todos dispararon menos yo, que no paraba de pensar en la paliza que me iba a ligar, por lo que empecé a hablar y le pregunté cuantos años tenía y me dijo 60 y le dije, todavía andás a caballo y seguí sacando temas para zafar de la paliza y lo logré.
Qué domingos inolvidables, como hacìamos muchas de esas travesuras, nos corrían de todos lados y terminábamos jugando a un fútbol mixto o haciendo carreras o dando vueltas carnero en el potrero cuesta abajo. Qué FELICIDAD QUE NUNCA SE OLVIDA.
UN DOMINGO AL AZAR DE MI FELIZ NIÑEZ
